María
ordenaba la casa de su abuela cuando encontró una pequeña llave con
una cinta roja y una nota que decía:
“No abrir jamás.”
La curiosidad pudo más. Buscó por toda la casa hasta hallar una puerta oculta detrás de un armario. Con el corazón acelerado, introdujo la llave y giró lentamente.
La puerta reveló una habitación vacía con un espejo cubierto de polvo. Al limpiarlo, María vio reflejada a su abuela, joven y sonriente, como si se despidiera de ella una última vez.