Clara
soñaba con ser pintora en un pequeño pueblo donde todos esperaban
que siguiera el negocio familiar.
Un
viajero se refugió en su tienda durante una tormenta, vio sus
cuadros y le ofreció llevarlos a una galería en la ciudad.
Clara aceptó la oportunidad y, con su éxito, transformó no solo su vida, sino también la forma en que su pueblo veía el arte.